Andariega

(Seraf) Alpujarra

"Andar es abandonarse a un sencillo vaivén, respirar y dejarse llevar" (Manolo García)




martes, 25 de diciembre de 2012

El día después

Seraf     Cielo del día después
Me gusta más el día después. Sí, ese en el que parece que casi todo está permitido. Levantarse tarde, leer en la cama, comer a deshora..... Ese que transcurre a un ritmo distinto, y que invita a estar de forma más relajada, sin corsé.
El atracón familiar me deja exhausta, y el día después es como mi "sal de fruta".  Me hace sentir más ligera, o tal vez liberada. A cámara lenta, vuelvo a ser yo.
Para mi, que nunca me ha gustado el ritual de la Navidad, sin duda el mejor día es el día después.
 ¡Feliz día después!

martes, 18 de diciembre de 2012

Novia



Tuve la suerte de poder asistir en el Centro Andaluz de las Letras, a la presentación que hizo Jesús Aguado de su libro "Diccionario de Símbolos", y oír como leía para nosotros este fragmento tan intenso y tierno a la vez.


Novia ( de Jesús Aguado)

Ese día, un ocho de diciembre, me acababa e enterar de que mi novia se veía con mi mejor amigo. Para estropearlo más, este era el novio de la mejor amiga de mi novia. Los cuatro éramos inseparables, pero ellos dos más, por lo menos durante los tres meses en los que habían estado encontrándose a escondidas en el apartamento de una tía de él que se había ido de viaje África. Cuando llegué a casa y vi en las noticias que habían asesinado a John Lennon, me puse a llorar y a golpear con la cuchara la mesa donde cenábamos. Todos creyeron que era por el cantante, cuyas letras me escuchaban, en mi inglés de ascensorista de hotel, cuando me encerraba en mi cuarto, así que me dieron el pésame como si John Lennon hubiera sido mi profesor de filosofía o el portero del equipo de mi instituto: Mis padres me prometieron cambiarme las gafas de pasta por unas de alambre redondas,y mis hermanos, ninguno de los cuales había cumplido los diez años, juraron vengarse del tal Mark Champan, el fan del ex Beatle que le disparara a bocajarro cinco tiros, con ácido, con flechas, con tirachinas y un alud de rocas. No les conté lo de mi novia con mi amigo, que este me había revelado con frialdad, casi con chulería, mientras jugábamos a los futbolines esa misma tarde, porque el aprendizaje de la decepción es algo que uno tiene que realizar a solas. Y porque el dolor le vuelve a uno mudo, autista, naúfrago. No sé cómo conseguí calmarles y alcanzar mi cama. Ahí me encogí debajo del edredón y recé entre sollozos ingobernables para que Mark Champan o, ya que este estaría en la´cárcel, un primo suyo igual de loco me encontrara y me enviara  de un balazo certero a la vera de John Lennon en el cielo o en el infierno donde estuviera.

Ese ocho de diciembre, que además era fiesta, a John Lennon y a mi nos asesinaron de las dos maneras más crueles posibles: a él dejándole tendido sobre la acera de una calle y a mí empujándome desde la terraza de ese rascacielos que llamamos amor o inocencia o qué. Desde el primer momento supe que el seguiría cantando la banda sonora del siglo veinte porque ya se había hecho inmortal antes de morir, aunque eso no le quitaba dramatismo al suceso, y que esa banda sonora sería ya para siempre la de mi defenestración del amor puro. también desde el primer momento intuí que, de modo esencial e inexplicable, a John Lennon nunca le asesinarían y que mi novia y mi amigo, de enamorarse alguna vez, vendrían a explicarme  en paz sus sentimientos y a intentar hacerme cómplice y no víctima de los mismos, lo cual no hizo menos amargas mis lágrimas de entonces.

Que John Lennon sigue paseando con Yoko Ono por las calles de Nueva York es tan cierto como que mi novia, mi amigo, la amiga de mi novia y yo seguimos yéndonos de copas y de sesiones dobles al cine Albéniz. Esa fue la verdadera enseñanza de aquel 8 de diciembre: que la vida y la muerte, y que el amor y el desamor, no son pares de opuestos sino dos intentos fracasados de nombrar el misterio, lo que somos cada uno de nosotros. Quizá sea eso lo que, sin saberlo conmemoran los devótos del música cuando se reunen a las puertas del edificio Dakota, su última residencia, o en Cavern, el local de Liverpool donde comenzaron los Beatles. Por mi parte, el amor y la amistad siguen dándome penas y alegrías, aunque cuando alguien cercano me dice que tiene una tía en´África me echo a temblar.





domingo, 16 de diciembre de 2012

Mar de nubes

Seraf                                                                    Paseo por los montes de Málaga


Después del aguacero, del pertinaz aguacero que nos hizo compañía mientras dabamos buena cuenta de un generoso plato de migas de los montes, las nubes y la niebla nos brindaron un espectáculo maravilloso. Fue una de esas preciosas tardes de otoño. El olor a tierra mojada invitaba al paseo.

jueves, 13 de diciembre de 2012

La inmortalidad de un instante

 
 
Seraf                                       subiendo a la cima

 
El haiku, como casi todo el mundo sabe, es un género poético japones, que ha sido muy imitado en castellano. Está compuesto por tres versos cuya medida silábica, en principio, es de 5-7-5.

En el haiku se pretende retener un instante de aquello que es pasajero y breve, y de este modo, eternizarlo, convertirlo en esencial.
 
Parece fácil por su brevedad, pero no lo es en absoluto. No obstante, contraviniendo mi propio carácter, he sido un poco osada, y me he atrevido a escribir tres haikus que voy a compartir con vosotros.

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                                                               Miro tu boca:
                                                               mi saliva cobarde
                                                               emprende viaje.



                                                                Desde la cima,
                                                                me hace minúscula
                                                                el horizonte.



                                                                 La fugacidad:
                                                                 diecisiete sílabas
                                                                 para atraparla.


El primero hace referencia a ese instante curioso, en el que miras a la persona a la que vas a besar por primera vez, y de repente tu boca se reseca. No encuentras tu saliva por ninguna parte.

El segundo, quiere captar ese momeno en el que alcanzas la cima, y la inmensidad te hace sentir pequeña e insignificante.

Y el tercero, es simplemente la definición de haiku en un haiku.

Creo que aquí empieza y acaba mi carrera como haikuista.

lunes, 10 de diciembre de 2012

El extraño viaje


 
El extraño viaje da nombre al blog del escritor Ovidio Parades. Lo he descubierto hace poquito, pero no tiene desperdicio. Es una joyita que añade un poco de luz, cordura y sensibilidad a mi vida. De alguna manera, consigue tocar mis fibras. Y eso lo agradezco tanto como lo necesito.
 
Hoy os voy a regalar una de esas joyitas de las que he hablado. En especial para dos personas: Una que cumple años hoy, y me acompaña en el viaje; y otra, a la que le gustan los Lunes. Disfrutadlo.




 
Resistir, después de todo  (De Ovidio Parades)

Es un lunes, cualquier lunes, pero podría ser un día cualquiera de un otoño que se enreda definitivamente ya en el invierno. La barrita de incienso que hace rato has encendido se está consumiendo casi por completo, pero su olor aún se esparce por la habitación. No te percatas demasiado en la música que suena desde Radio Clásica: está ahí, como casi siempre, acompañando lecturas o escritos. O momentos en los que no hay lecturas ni escritos. Sólo instantes en los que, abandonados el libro o el lápiz, te detienes a pensar. O a contemplar algo. Como ahora mismo. Sí, ahora mismo. Miras la lluvia. Al otro lado de la ventana, la lluvia que cae con fuerza, retumbando en el suelo, golpeando los cristales. Miras la lluvia y, de pronto, no piensas en nada. Es una sensación curiosa. Como si te disolvieses en ese paisaje. Todos los estados de ánimo, todos, altos y bajos, se quedan atrás. La mirada sólo se concentra en eso, en las gruesas gotas que, entremezcladas, conforman una extraña danza. Guarecerse de la lluvia, piensas en esa frase. ¿Acaso no sea la lluvia un refugio en sí mismo? Hay cosas que dan más miedo, mucho más miedo que la lluvia. De repente, vienen algunas de esas cosas a la cabeza y tu pensamiento las aparta con la violencia de un manotazo. Pensar que hoy es lunes, que el otoño ya está enredado en el invierno, y de la continuidad del viaje, por espinoso que sea, ya hablaremos cuando se presente. De momento, estamos aquí, al otro lado de la lluvia, contemplándola. Es un momento sosegado. Uno de esos momentos a los que hay que agarrarse y no dejar escapar. Sigues contemplando la lluvia y, deshaciendo el blanco en el que estaba sumida la mente por unos instantes, empiezas a recordar algunos de los poemas que acabas de leer. Apenas un puñado de poemas que reflejan todas las cosas del mundo. Buena parte de ellas al menos, aquellas que más nos importan. Las que van dejando huella. Dejas de mirar la lluvia y coges de nuevo el libro, "El síndrome de Kalashnikov", de Natalia Menéndez. Uno de esos libros, intuyes, que pronto empezará a estar manoseado de tanto recurrir a él. Lees en voz alta, ahora sí. Lees para que te escuche quien te acompaña en el viaje. Y escucha. "Arañar con los ojos en blanco,/ remover la tierra,/ despegar de la piel los granos de arena/ que ya no nos pesan,/ saltar el foso y/ amortiguar la caída con copas y abrazos./ Resistir, después de todo". No sobra ni una palabra, ni se necesitan más. No sólo en este poema: también en el resto del libro. Despojada de todo artificio, esa voz, la de Natalia Menéndez, se ha presentado esta tarde en la casa, entre la resaca feliz de estos últimos días y alguna que otra decepción (es inevitable). Y de repente, esa voz poderosa lo ha llenado todo y le ha dado sentido al sinsentido de los lunes. (Al sinsentido en el que a ratos, sea lunes o cualquier otro día, se convierte todo esto: lo raro que sigue siendo vivir). Como la voz que escucha, que me está escuchando de nuevo, le da sentido al viaje. "Si tuviera que salvar algo del invierno,/ nos salvaría a los dos por estrechos pasillos,/ la ciudad gris y sus parques,/ aquel bar abierto de madrugada,/ el frío industrial y los poemas a medio escribir,/ bajo una luna afilada en cualquier parte". Sigue lloviendo, sí, y no sé si la lluvia querrá o no protegernos de tantas cosas (ni me importa demasiado, para qué engañarnos). Mientras tanto, lo hacen las palabras (palabras que perdurarán en el tiempo y que recomiendo con fervor no perderse) de Natalia Menéndez. Su sencilla y honda manera de dejar rastro.

 
Del blog El extraño viaje de Ovidio Parades 

viernes, 7 de diciembre de 2012

"El Diccionario"


"El diccionario" es una obra de teatro de Manuel Calzada Pérez, que se está representado estos días en el Teatro Abadía de Madrid. La obra cuenta la vida de María Moliner, la lexicógrafa aragonesa, nacida  en 1900. María Moliner es la autora del famosísimo Diccionario de uso del español, una obra hercúlea que se atrevía a corregir a la mismísima Real Academia. Aunque pocos conocen que su autora, una bibliotecaria callada y laboriosa, escondía una biografía de tragedia forjada a base de tesón.
 
Además, María Moliner  trabajó por la cultura en una época de gran analfabetismo, hizo el Plan de Bibliotecas del Estado, creó bibliotecas rurales e infantiles implicando a los ciudadanos, renunció a muchas cosas. Trabajó con entusiasmo, con fe en una tarea necesaria de entender la cultura como algo que se adquiere y se transmite.
Esta obra teatral es una oportunidad excepcional de conocer la vida de esta gran mujer, su enorme lucha por la cultura, las represalias sufridas durante el franquismo y la terrible enfermedad que, paradójicamente, la vació de palabras.
 
 
Nota: Yo no la he visto, pero me suena bastante interesante, y si en vacaciones paso por Madrid, no me la perderé.